CHICAS MALAS
Carolina estaba a punto de entrar al Oxxo cuando de pronto una joven salió corriendo por la puerta del Oxxo, tomó la bicicleta que Carolina acababa de dejar en la entrada, se montó en ella y desapareció antes de que Carolina pudiera siquiera gritar. Sólo alcanzó a ver su cabello largo, lacio y castaño moviéndose contra el viento a toda velocidad. Pilar apenas y se animó a correr, era más probable que un carro atropellara a la ladrona que el poder alcanzarla. Maldita la hora en la que le tocó a ella ir por las cocas.
Entró al Oxxo para ver si alguien sabía algo de la ladrona (aunque en realidad entró para desahogarse) y cuál fue su sorpresa al ver el suelo lleno de vidrios rotos y espuma de cerveza. En el mostrador no había nadie (o mejor dicho, no vio a nadie, la cajera estaba aterrada boca abajo detrás del mostrador) miró de donde venía el río de cerveza y alcanzó a ver unas piernas que salían de uno de los pasillos de un hombre de jeans y tenis sucios que estaba tirado en el suelo.
-¡Vete! -le gritó una voz-. ¡Aquí no hay nada para ti!
-¡Me robaron mi bicicleta! -dijo Carolina y al instante se arrepintió de haberlo dicho. Estaba a punto de dar media vuelta cuando del pasillo salió una chica (de estatura sí pero de edad no tanto, tenía más o menos la edad de Carolina, o sea unos veinticinco). La chava la miró, soltó una carcajada chiquita y cortada.
-No mames, ¿se la llevó? -le contestó riéndose-. Es que se espantó mucho, ayúdame y te acompaño por ella.
Por alguna extraña razón, Carolina en lugar de negarse a ayudar a algo que a todas luces parecía algo desastrosamente orquestado por unas vándalas, le preguntó a la chica hipster en qué.
- Ayúdame a buscar dónde tiene este wey mi teléfono. Es que se lo clavó el cabrón.
Carolina se espantó: esculcar en el cuerpo de un hombre que tal vez estaba muerto y quitarle algo que tal vez era suyo era impensable pero desde que vio a la otra chica tomar su bicicleta y alejarse dejando atrás una sensación de libertad y rebeldía, Carolina estaba demasiado seducida por una adrenalina que se había apoderado de ella. De pronto olvidó que tenía que llegar al trabajo donde la esperaban sus compañeros sedientos y se hincó junto a su nueva cómplice. Temblorosa empezó a acercar las manos al cuerpo cuya cabeza sacaba sangre de una herida amplia cuando de pronto:
-Aquí está -dijo la hipster y sacó de entre la entrepierna del hombre un teléfono chiquito y viejito, con estampitas de Disney pegadas.
Lo guardó y salió corriendo. Justo antes de salir por la puerta se dio la media vuelta y le gritó a Carolina:
-¿Quieres tu bici o no?
Carolina se puso de pie y corrió tras la hipster, justo saliendo una camioneta se dirigía a toda velocidad al Oxxo, la hipster aprovechó el tráfico de la calle en sentido opuesto para ir por ese camino, dos hombres se bajaron de la camioneta y se dirigían hacia ellas. Al ver esto, Carolina corrió como nunca, de hecho habría rebasado a su cómplice si hubiera sabido a dónde iban.
Al llegar a la esquina, la hipster le hizo la parada a un camión y se subieron. Cada una pagó su pasaje y se sentaron hasta el fondo.
-Jajaja, no mames, ahora sí te puse a correr. -Se burlaba la hipster como si Carolina fuera su amiga de toda la vida-. No te preocupes, no somos rateras ni nada, pero es que no me podían quitar este teléfono, sin mi cel me muero.
Carolina se moría de la curiosidad por preguntar qué había pasado pero no se atevía. Callada mirada su sonrisa de satisfacción con su encía inflamada y sus dientes grandes y amarillentos por tanto fumar. Notó también el tatuaje en forma de pony en su muñeca. La hipster sacó su celular e hizo una llamada:
-Cecilia, ¿dónde estás...? No, en un camión... No sé, wey. Se quedó ahí tirado, le diste en su madre... pues de dónde crees que te estoy llamando, estúpida... noooo, gracias. Me salvaste la vida, no era necesario ser tan drástica, aunque bueno sí, se lo merecía el pinche culero. ¿Dónde estás? Oye, aquí me están preguntando por la bicicleta que te llevaste. ¡No te hagas, dice que te llevaste su bici apenas la soltó! No, pero en buen plan nada más quiere que se la devuelvas.
La hipster miró a Carolina y le preguntó:
-Si vas en buen plan, ¿verdad?
-Si me la da en buen plan, sí -respondió Carolina.
La hipster se despidió de Cecilia y guardó su celular.
Estuvieron unos cinco minutos hablando de si tenían cosas que hacer, si el tráfico, si el clima, de todo menos de lo que las dos querían saber. Por fin se bajaron en Corregidora. La hipster tocó en una casa. Una voz de mujer preguntó del otro lado quién era.
-¡Jennifeeer! -respondió la hipster.
La misma joven que se había robado la bicicleta, ahora abría y tenía a su lado la bicicleta, lista para entregársela a Carolina quien no reconoció su cara pero sí su cabello ahora tranquilo y atrapado en una cola de caballo. De hecho Cecilia tenía cara como de monja: pálida, sin labios, con ojos sin pestañas y cejas muy altas.
-Hola, perdón, es que me agarraron las prisas, pero no le hice nada, y me sirvió de mucho.
Cecilia le entregó la bicicleta a Carolina quien la recibió con un poco de tristeza ya que eso significaba despedirse de ellas y regresar al trabajo, quién iba a decir que recibir la bicicleta sería el final de uno de sus mejores días en los últimos años.
Carolina tomó su bici, se montó en ella y llegó tarde al trabajo, donde la regañaron y le descontaron el día. Volvió a ir al Oxxo pero nunca las volvió a encontrar. Está pensando seriamente en revelarse y romperle una botella de cerveza a su jefe o al menos en visitar a Cecilia a su casa y unirse al grupo de chicas malas.
Alejandro Tena, octubre de 2011.
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