El llamado de las aguas
Han pasado 12 años, 10 meses, y 23 días desde el día que publiqué mi primer entrada en Albercas Pop. En ese texto, relataba cómo el tiempo que estuve buscando trabajo, recién terminado el posgrado, la depresión estaba haciendo de las suyas y solo mi interés en la cultura pop me hacía salir a flote.
¡Claro! En ese entonces yo no sabía que era depresión, había escuchado por ahí sugerencias pero nadie se atrevía a decírmelo y yo pensaba que tener ese padecimiento era tal cual el cuchillo abajo de la cama o el frasco de pastillas para terminar con todo (y sí, pienso mucho en ello pero siempre he estado muy lejos de pensarlo en serio). Tuvo que llegar la pandemia del 2020 para que la ansiedad que creó en mí me pusiera instalado en la depre como decían en la revista Eres y oficialmente fuera diagnosticado con algo que he padecido toda la vida.
Además de que esa vez sí fui a ver a un psiquiatra, realmente mi tabla de salvación, fue la cultura pop. De hecho, las pastillas las dejé de usar al poco tiempo, ya que la música es la que siempre tiene la fuerza de levantarme (el problema son esos segundos de fuerza de voluntad para ponerla). Mis amigos y familiares están siempre preguntando por mí y asegurándose de que esté bien, pero mis compañeros del día a día (a falta de compañeros de trabajo que perdí por el home office) se volvieron personas en canales de YouTube, programas de TV y spaces de Twitter. Quizá les parezca algo más distante e impersonal, pero paradójicamente he logrado conectar mejor a nivel intelectual que la mayoría de la gente que he conocido en mi vida.
Pero bueno (me seco las lágrimas y me sueno con un kleenex, lo hago bolita y guardo en el rinconcito del sillón como Edith Márquez en casa de Mara), esta entrada no es para platicar mi cuadro clínico y mucho menos para hacerme la vístima. Lo pongo solo en caso de que llegue a leer por aquí una de las muchas personas que pasaron por algo parecido en los últimos años y puedan sentirse identificadas, comprendidas y acompañadas.
Como lo dije antes, el pop fue mi tabla de salvación y me hizo integrarme a comunidades remotas, a veces para la concordia y otras para la discordia, he recibido elogios y mentadas de madre, he obtenido información valiosísima —la verificable,claro— y yo mismo he contribuido a ampliar los conocimientos de otres.
Sigo teniendo mis mean reds como los de Holly Golightly (saco del sillón mi kleenex y me vuelvo a limpiar las lágrimas como Edith) casi diario como hoy, pero ya a estos cuarenta años recién cumplidos ya me conozco y me sé terapear para llegar al final del día tranquilo. Para hacerlo vuelvo al ritual: me despojo de mis miedos y mis ansiedades, respiro profundo y me sumerjo en albercas pop.
Así que, como sabrán, les debo mucho a las poppools. Sé que, como buen erudito, solo recuerdo puras pendejadas, en este caso, de la cultura pop que me tocó vivir y, lo que no sé, lo investigo. Así que esta entrada es, además de un breve confesionario, un anuncio de que desempolvaré este abandonado blog sin importar si no me lee ni dios padre. Es mi ofrenda a lo que sé, lo que he vivido y lo pongo a merced de Google para que cualquier persona que busca cosas tan random que solo yo recuerdo, pueda encontrarlas y si puede desbloquear un recuerdo o encontrar una respuesta o una opinión, lo pueda hacer aquí.
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