El camino corto a París
¿Qué implica decir "conozco tal lugar"? ¿Necesariamente significa haberse movido hasta allá, tener los dos pies plantados en el suelo de esa ciudad y tomarse fotos con un monumento atrás para subirlo a facebook?
Lo digo porque recuerdo lo que me pasó con Nueva York: de adolescente mi fascinación era ese símbolo de nuestra civilización actual. El cine me había dado muchas imágenes clave: la toma aérea a través del río Hudsdon acercándose a Manhattan, el vapor saliendo del carro de hot dogs calientitos en medio de la avenida transitada por la mañana, los enamorados patinando sobre el hielo del Rockefeller Center y una Estatua de la Libertad que caminaba cuando la llenaban de ecto-plasma. Sin embargo, cuando llegué a Nueva York, me di cuenta de que la cosa era más como la contaba Mecano: si bien la ciudad me sigue pareciendo genial, mi viaje por ella estuvo algo llena de desencanto: En el cine no se notaba el olor a caño, ni el calor era tan insoportable, ni los habitantes de la ciudad tenían un trato algo rudo hacia los extranjeros (fui poco tiempo después del 9/11).
Todo esto para demostrar que mi experiencia con la gran manzana a través del cine fue más amigable y más profunda, ya que yo visité la ciudad en el 2002 y sin embargo ya conocía el Nueva York de Scorsese de los 70, el Warhol de los 60, el de Allen de siempre, entre muchos otros.
Sin embargo, sería tonto dejar de viajar por el hecho de conocer el lugar a través de otros medios. Sigo soñando con ir a París. Cuando me enteré que Woody Allen había hecho una película rodada en la ciudad luz, fui a verla casi de inmediato (realmente la cartelera está muy deprimente y es un regalo de la vida poder gozar en una sala de cine de algo cuyo fuerte no sean efectos especiales o chistes de pastelazo).
La película tiene una historia, tal vez no muy verosímil pero bien estructurada, es entretenida, romántica pero lo realmente apasionante es cómo logra capturar el sabor y el color de una ciudad e impregnarla en todos y cada uno de los momentos de la película.
Desde los primeros segundos, Woody Allen te restriega en la cara que eres un pobre diablo que no sabe nada de la vida si no conoce París, si no ha caminado bajo la lluvia por sus callejones y grandes avenidas. Sin embargo, conforme se desarrolla la película te da un regalo temporal: trae París hasta la comodidad de tu propia ciudad (la París turística, claro; a fin de cuentas es un producto de promoción e idealización). Al terminar la película uno siente que se bebió un buen vino tinto.
Escribo estas líneas desde Querétaro. Sigo muriendo por conocer París aunque sé que acabo de conocer lo más selecto y lo que la sigue haciendo la ciudad romántica y artística por excelencia.
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