Ese extraño vaso de café


El café ahora se toma en vaso... y de cartón reciclado. La concepción del café contemporáneo está contenida más en un vaso de cartón con tapa de plástico que en la clásica taza de café humeante.
Una de las razones es el estilo de vida “multitask” que ha imperado en los últimos años. El café se bebe para despertar mientras se camina al trabajo o de paseo por el centro comercial o mientras se maneja, o se pide para llevar a la oficina donde un grupo de zombies ansiosos lo consumen como por intravenosa para terminar ese proyecto urgente. La imagen del salón de té (porque el té es caso aparte pero también aplica) o del café casero en la mañana, aunque siguen vigentes, están cada vez más desplazados de lo que pensamos al antojársenos un café. 
A cambio, además del nuevo contenedor de este líquido adictivo, tenemos colas enormes para esperar a que nos atiendan, nos gritan para que vayamos por él, anhelando que los asientos más cómodo estén juntos y disponibles (si es que aún quedan). Todo esto pagando el precio más alto que se hubiera pagado antes por un “cafecín”.
Las paradojas: es un lugar que ofrece una atención rápida y personalizada, no tienes que esperar que te atiendan en la mesa, que el mesero traiga tu orden, traiga la cuenta y que dejes la propina. Sólo pagas, te entregan y te vas. ¡Pero si tienes mucha prisa la cola para ordenar es enorme! La atención es personalizada, tú eliges cómo quieres tu bebida y te llaman por tu nombre, pero he llegado a la conclusión de que jarabes más, jarabes menos, a final de cuentas millones de personas terminamos probando el mismo capuccino donde unos mecanizados jóvenes gritan tu nombre y entregan la bebida. Comparándolos, los niños gritones de la lotería son Manuel Bernal. 
¿En qué momento dejó de ser más importante el café que el vaso que lo contiene? ¿En qué momento el café se volvió (y no quiero parecer Chema Yázpik anunciando tequila, ésta sí es legítima nostalgia y no pretexto para vender) una mezcla de la peor crema batida, hielo y caramelo con una pizca de café? Yo recuerdo claramente ese momento y sinceramente lo recuerdo... con cariño.
Estaba caminando por la Alameda central en el D. F., iba realmente vagando, eran como las diez y media. De pronto, vi que había una tienda nueva abierta. Me asomé:
¡Bienvenido, acabamos de abrir! Pasa, estás en tu casa. ¿Qué te ofrezco? - Me dijo una barista muy sonriente.
¿Qué me recomiendas de aquí? - Me urgía descansar y tomar algo, había estado caminando por horas.
El caramel capuccino. 
Me lo sirvieron en una taza enorme. El lugar estaba vacío, sólo había un extranjero de bermudas con su laptop, seguramente hospedado en el hotel que estaba arriba. La barista se sentó a platicar conmigo. Debo confesar que me enamoré del lugar. 
Me declaro fan de ver la espuma que se queda en la cerámica.
Yo no soy barista, igual critico esta decadencia como me puedo tomar el café soluble de la oficina. Es un problema más bien de la experiencia de beberlo. De tomarlo por una asa, de ver el vapor saliendo de la taza, de sentir la individualidad de las personas en la taza que usan. ¿Tú que piensas?

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