¡Ojalá que llueva café!
Después de recibir los comentarios con respecto a mi artículo anterior sobre “ese extraño vaso de café” me di cuenta de que somos una ciudad que ama esta bebida sea cual sea su presentación. La tomamos mucho aunque no necesariamente somos unos especialistas y lo mismo hay quienes se echan felices una taza en el Vips como los que sólo beben una importada edición especial gourmet de Juan Valdés. Realmente en muchos casos lo importante no es la calidad del grano sino del momento en el que se toma.
Por ejemplo, dicen que las penas con pan son menos, pero las penas con café son deliciosas (las ajenas, claro). El café es la bebida de las pláticas confidentes, el lubricante de los secretos a voces. “Te tengo un chismesote” -”Ay, sí, pero primero nos servimos un cafecito y luego me lo cuentas.” En mi opinión el impacto de las noticias y confidencias no es el mismo acompañado de un refresco o un frappé que con una buena taza de café tan caliente como el chisme. Seguramente es una fijación de orden social que tengo y de la cual no me enorgullezco de hacer pública pero definitivamente no soy el único que la comparte pues siempre hay alguien se une a hacerme segunda.
Hay otro ingrediente que muchos consideran clave para acompañar las conversaciones con café: el cigarro. Yo no fumo, pero debo confesar que después de las recomendaciones de mis amigos y sobre todo después de ver “Coffee & Cigarrettes” no pude más que ser víctima del consumo (porque en el cine “alternativo” también lo hay) y probar la sensación de una buena plática alternada por un trago de café y una fumada. La verdad no me fascinó y qué bueno porque no quiero empezar a fumar, bastante vicio tengo con mis tazas diarias de café.
Sin embargo, estamos hablando de algo más que una bebida “social”. De hecho, el café me parece ideal para cuando no tienes más compañía que una simple taza. Para mí es la bebida de la comunión con uno mismo, del tiempo detenido (aunque creo que esto último lo había dicho alguien antes, ¿no?). No sé si sea la cafeína, pero cuando le doy un sorbo a mi taza de café en la soledad de mi cocina en la madrugada, mi mente entra en una mezcla de efervescencia sentimental y paz mental. Tal vez esa es una de las razones por las que soy adicto a esta bebida... y por las que llego tarde pero contento al trabajo.
Sea frío o caliente, robusto o agua de calcetín, en taza o en vaso, nacional o importado, soluble o molido, sólo o acompañado, en Querétaro y en América amamos el café. ¡En algo teníamos que estar de acuerdo!
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